La historia del milagro de Fátima comienza en Mayo de 1917 cuando tres niños de 7, 9 y 10 afirmaron haberse encontrado con la Virgen en el camino de vuelta a casa de cuidar un rebaño de ovejas.
Se comunicó únicamente con Lucía, la mayor y le dijo que debían acudir a ese mismo lugar los días 13 de los siguientes 6 meses.
A pesar de que los niños intentaron guardar el secreto, a Jacinta, la pequeña, se le escapó en casa la visión que habían tenido los tres niños y lo que vino a continuación fue un efecto bola de nieve que convirtió la aparición en asunto de estado en Portugal y en el Vaticano.
A pesar de las presiones y amenazas (incluso de muerte), los niños mantuvieron su versión contra viento y marea, pero nadie les creía debido que, en los posteriores días 13, nadie más que ellos había logrado ver a la Virgen. Entonces, Lucía le pidió a Nuestra Señora un milagro que convenciera a todos de que no mentían y la Virgen le concedió tal deseo.
Los tres pequeños videntes de Cova de Iria.
El 13 de Octubre de 1917 se convocó a todo aquel que tuviera dudas sobre las apariciones. Ese día se reunieron en la campa, entre 70.000 y 100.000 personas según las crónicas y había cientos de corresponsales de los principales diarios y agencias de Europa. Había ese día una pertinaz lluvia de Octubre que tenía empapadas las ropas de los allí congregados.
Lo que allí presenciaron aquellas personas pasaría a formar parte de los hechos inexplicables de la historia.
La multitud, el día del "milagro del Sol".
Como ejemplo de lo que relataron todos los testigos, sirva este relato del Dr. José María de Almeida Garrett, testigo y profesor de la facultad de ciencias de Coimbra:
"El cielo, que había estado nublado todo el día, súbitamente se aclaró; la lluvia paró y parecía como si el sol estuviera a punto de llenar de luz el campo que la mañana invernal había vuelto tan lóbrego. Yo miraba el lugar de las apariciones en un estado sereno, aunque frío, en espera de que algo pasara, y mi curiosidad disminuía, pues ya había transcurrido bastante tiempo sin que pasara nada que llamara mi atención. Unos momentos antes, el sol se había abierto paso entre una capa gruesa de nubes que lo escondían y brillaba entonces clara e intensamente.
"De repente escuché el clamor de miles de voces, y ví a la multitud desparramarse en aquel vasto espacio a mis pies ... darle la espalda a aquel lugar, que hasta ese momento había sido el foco de sus expectativas, y mirar hacia el sol en la otra dirección. Yo también di la vuelta hacia el punto que atraía su atención y pude ver el sol, como un disco transparente, con su agudo margen, que brillaba sin lastimar la vista. No se podía confundir con el sol que se ve a través de una neblina (en ese momento no había neblina), pues no estaba velado ni opaco. En Fátima, el sol conservó su luz y calor, y se destacó claramente en el cielo, con un margen agudo, parecía una mesa de juego. Lo más sorprendente era que se podía mirar directamente al disco solar, sin que los ojos se lastimaran o se dañara la retina. Durante ese tiempo, el disco del sol no permaneció inmóvil, se mantuvo en un movimiento vertiginoso, pero no como el titilar de una estrella con todo su brillo, pues el disco giraba alrededor de sí mismo en un furioso remolino.
"Durante el fenómeno solar, el cual acabo de describir, ocurrieron también cambios de color en la atmósfera. Al mirar al sol, noté que todo se estaba oscureciendo. Primero miré los objetos más cercanos y después extendí mi vista hacia el horizonte. Ví que todo había adquirido un color amatista. Los objetos a mi alrededor, el cielo y la atmósfera, eran del mismo color. Todo había cambiado, tanto lo cercano como lo lejano, adquiriendo el color amarillento del damasco viejo. Parecía como si la gente padeciera de ictericia y recuerdo haber tenido una sensación de diversión al ver lo fea y nada atractiva que se veía la gente. Mi propia mano era del mismo color.
"Entonces, súbitamente, escuché un clamor, un grito de angustia de la gente. Fue como si el sol, en su girar enloquecido, se hubiera desprendido del firmamento y, rojo como la sangre, avanzara amenazadoramente sobre la tierra como si fuera a aplastarnos con su peso enorme y ardiente. La sensación durante esos momentos fue terrible.
"Todos los fenómenos que he descrito yo los observé en un estado mental de calma y serenidad sin trastorno emocional. A otros les toca interpretarlos y explicarlos. Por último, debo declarar que nunca, ni antes ni después del 13 de octubre (1917), he observado ningún fenómeno, atmosférico o solar, similar."
Testimonios como éste se han podido recopilar a cientos y todos coinciden exactamente en los mismos detalles. Evidentemente el Sol no se movió de su sitio, por tanto, ¿Qué fue lo que vieron aquellas miles de personas?. La hipótesis de la alucinación colectiva queda totalmente desmontada por testimonios como el anterior.
Después de estos acontecimientos, ¿que?, pues, sencillamente, la manipulación sobre Lucía hasta el mismo día de su muerte y la ocultación del tercer (y más importante) mensaje de la Virgen al parecer por un miedo exacerbado de todos los conocedores del secreto, a desvelarlo.
El Papa Juan XXIII declaró tras ser cuestionado sobre la revelación del tercer secreto: "No quiero ser profeta de calamidades".
Juan XXIII.
Albino Luciani, Juan Pablo I, falleció en muy extrañas circunstancias muy poco tiempo después de conocerse que estaba muy afectado por el contenido del mensaje y que tenía intención de desvelar el secreto al Mundo.
Juan Pablo I.
En 1984, el entonces cardenal Ratzinger declaró. "Publicar el tercer secreto significaría también exponerse a los peligros de una utilización sensacionalista de su contenido”.
En Junio de 2000 Ratzinger hace público el contenido del tercer secreto:
"Un obispo vestido de blanco (el Papa) sube (con otros obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas) a una montaña, en cuya cima hay una gran cruz: “Antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas un poco tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba en el camino. Llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron, unos tras otros, los obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y personas laicas, hombres y mujeres de varias clases y posiciones”.
Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger, junto con Sodano y Bertone, los grandes
manipuladores del tercer secreto de Fátima.
¿Sesenta años de secreto para esconder "esto"? ¿Qué parte se guarda el Vaticano del secreto que se niega a desvelar?¿Era realmente la Virgen lo que se apareció a los niños?¿Formó todo esto parte de lo que el gran Juan García Atienza llama "La gran manipulación cósmica? que fantásticas preguntas, que en otro post intentaremos responder............
Este artículo ha sido creado por Swan Dive haciendo uso de distintas fuentes.
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