miércoles, 7 de mayo de 2014

El rostro de la serpiente.

Imagino que todos algunas vez os habéis preguntado cual es el aspecto que presentan esas otras inteligencias que, a buen seguro, pueblan de vida este vasto universo. En el subconsciente de todos y cada uno de nosotros se encuentra el arquetipo que Hollywood nos ha implantado tan exitosamente a lo largo de muchas décadas. Nos han enseñado casi de todo, pero el prototipo de humanoide gris de gran cabeza ha prevalecido sobre el resto, apoyado además en los numerosos testimonios de personas supuestamente abducidas alrededor del mundo, que es la descripción a la que mayoritariamente recurren.

Bajo mi modesto punto de vista no se trata más que de manipulación pura y dura. La vieja historia de extraterrestres que vienen, van, nos analizan, nos estudian y todo esto montados en naves que van dejando marcas de aterrizaje en el suelo no es más que un esfuerzo, carísimo por cierto, de gente íntimamente relacionada con agencias de inteligencia, de generar una corriente de pensamiento global respecto de este trascendental asunto.


                                                    Imagen arquetípica del alienígena de la novela Communion.


Una inteligencia superior, con una tecnología superior y que, posiblemente, sea la responsable de nuestro origen y evolución no viene ni va, simplemente está. Está presente desde el principio y lo estará hasta el final, observando su obra, cuidando su crecimiento y corrigiendo los errores hasta conseguir su objetivo final respecto a nuestra existencia.

El magnífico escritor británico David Icke habla recurrentemente en sus exitosos libros acerca del origen extraterrestre de las monarquías y de cómo las familias reales tendrían una naturaleza reptil que serían capaces de ocultar del resto de la humanidad. Tales afirmaciones son tan atrevidas que, a mi modo de ver, necesitan alguna prueba o evidencia mas allá de elucubraciones, sin embargo, la pista reptil nos pone en la senda de la verdad más ocultada a lo largo de la historia.

Esta verdad no es otra que la que dice que todas las culturas ancestrales de la tierra hablan de dioses que tenían apariencia reptil, como dioses serpiente, lagarto o anfibios. Sin excepción, las más antiguas culturas mesoamericanas, asiáticas, africanas y aborígenes hablan de estas entidades las cuales se presentaban a los pueblos como dioses y exigían a éstos, culto, sacrificios y peregrinaciones dramáticas.

El gran traductor de lenguas antiguas y escritor Zacharias Sitchin, trata en sus obras sobre la civilización sumeria todo este asunto, pero omite, quizá  intencionadamente, que los dioses exigían a los hombres que no los representaran como realmente eran sino con una apariencia humana. Y así lo hicieron, en las representaciones y escritos sumerios, nuestros "creadores" son representados con aspecto humano, aun cuando sabemos que no era su aspecto real.


                             

En las tradiciones de la tribu zulú se habla de dioses llegados de las estrellas que se alimentaban del sufrimiento y del placer sexual humano y éstos dioses son descritos siempre como hombres reptil o Chitauri. Los aborígenes australianos hablan exactamente de lo mismo, pero se refieren a ellos como los wandjina y siempre con el mito de la serpiente por medio. Del mismo modo las civilizaciones mesoamericanas desaparecieron esperando el regreso del gran dios serpiente como Quetzalcoatl y otros. Quizás te cueste creer todo esto, a mí me cuesta más creer que Belén Esteban ha escrito un libro, sinceramente.

A la pregunta de dónde están y qué son realmente es difícil de responder. El león que está en la sabana siendo grabado junto con el resto de su manada por National Geographic, sabe que, en ocasiones, está siendo observado y puede que hasta sospeche de que algo o alguien, a veces, interviene en sus vidas, pero jamás podrá identificarlos y mucho menos adivinar sus intenciones, sencillamente porque no tiene la capacidad de hacerlo.

El rostro del reptil, el rostro de la serpiente ha fascinado y atemorizado al hombre desde la noche de los tiempos, algo atávico viene a nosotros al observar esos ojos, quizá un respeto en nuestro subconsciente a aquellos que tuvieron y tienen el poder de darnos y quitarnos la vida.




Por Swan Dive.

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